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miércoles, 1 de enero de 2014

Duelo

Ainathin

Dedicado a mis hermanos de Siria.

Cuatro corceles negros tiraban de la funesta carroza
desde el asiento me llegó su risa y su mirada vacía,
que entumecieron mis pasos que ligeramente parecían huir,
le miré de frente cual condenado a su verdugo y la deje reír.
Siguió de largo cuando yo ya estaba lista para dejarme caer
no miró hacia tras pero sentía la fría mirada
lamiendo el entorno de mi precario ser.
El dolor se fue como noche de notas en la guitarra
que desde la pared guiñaba en cuerdas atormentadas,
ya no lloré por mis días, por mis noches, ni las mañanas.
Observe el verbo de mis manos en la visceral alambrada,
de querer huir cual conejo de su trampa,
quise parir versos más sentía el alma desalentada.
La voz del niño me sonó a tormenta cuando desgarro el alba
el aire se robos sus vidas dejando vacías las plegarias,
maldecí la suerte de sobrevivir un tiempo
que vil me engaña, con farsa parodia
de un sueño que no tiene escala.
Las manos vacías, pero más vacía la quietud del alma
de nuevas bestias creadas en la razón humana,
bese tu inocencia desde la carroña de las palabras,
que no cubren tiempos, ni sanan vidas, ni salvan almas.


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