Morí mil veces frente al desgarrado grito
rodé por las escaleras de un tiempo sin conciencia,
vague cual fantasma por la ciudad vacía
los ventanales me llamaron, cual si fuese su hijo.
Se nublaron mis ojos con ardiente tormenta
cuando lentamente se abrieron las puertas
casi sin mirarnos nos abrazamos con fuerzas
el susurro de un canto prendía en firmeza.
Ya no cerré mis ojos, ni tapé mi boca,
reímos como locos, cual si viniésemos de fiesta
se levantaba la vida de entre cenizas y fecas.
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