Viniste con ojos extraños a oscurecer mi sol
yo crecí en el espanto que daba tu sombra,
el carmesí de tus flamas esparciéndose por mi tronco
mis hijos en sus nidos sintieron terror,
a tu paso cedí mis días, mi último vuelo,
que nadie lloro, cuando mi casa cayo,
mis hijos, el bosque ya no reinaba de las aves su imperio.
Los ciervos huyeron entre sendero marcados por el cemento
hiriendo cada paso al correr la huída
el sonido del trueno marco cual marea roja
se quedo llorando la perdida de la floresta el abejorro.
El sol que ilumino tantas veces la llanura se tiño de luto
cuando abrazaron aquellos brazos al corcel libre
cuando murió el conejo en su cueva atrapado
el espíritu escapo con el espanto a cuesta
buscando otro bosque donde abrigar su nido
pero encontró en su camino bastos edificios
hombres luchando por un pan y sus egos
encontró locuras, bebidas y juegos
una mujer hermosa lo invito a dormir en su lecho
sus ojos se quedaron buscando el sol nuevo
tendido inerte entre arbustos de cal y cemento.
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