La madrugada me sorprendió
huyendo de los caminos de cemento,
buscando la vida.
Me hallé de pronto sin sentido
en medio del bosque,
mis pies se mezclaban con la tierra,
mis dedos sentían las lombrices
aferrarse a ellos,
se hundían, para ser parte de ella,
buscando hilos profundos de vida clara.
Mis brazos se elevaron cual plegaria
por cada dedo de mis manos
creció una nueva rama,
me llené de hojas verdes,
por la tarde la vida en mi reinaba,
sentí cosquillas por mi tronco,
descubrí una ardilla arreglando
su nueva casa.
Las hormigas treparon
en una marcha
mas hermosa que una obra de Verdi,
única, de un ritmo talentoso,
las mariposas llenaron mis flores
con distintos colores
y las abejas extrajeron el polen.
Jamás me sentí más viva
jamás…
Me erguía allá lejos en el monte
abajo la ciudad despertaba
matando vidas,
por primera vez
no extrañe el sonido del tranvía,
no extrañe el grito del diarero,
ni el olor del pan fresco de la panadería.
Me sentía nueva lozana
llena de vida,
me entregaba a mi madre
como tantas veces ella se entregará a mi,
sin que yo la viera
besé su rostro
y ya no quise volver.
El viento meció mis hojas,
el zorzal me contó su historia,
el jilguero sin miedo
se durmió en mis brazos
que para esa hora ya eran muchos.
Reí por primera vez feliz,
aquellos ya no podían escucharme,
ya no me dirían loca
por querer salvarte,
ahora estaba siendo parte
de otra historia,
ahora volvía a los brazos de mi madre.
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