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domingo, 4 de noviembre de 2012

Me quede


Me quede en el espacio del tiempo suspendida,
en el beso que tu boca prodigó en el silencio.
En ese silencio que abrió las fronteras de mis risas,
en el nacer del nuevo día como ayer, como antes
volver a renacer en el suspiro de una entrega,
de ese momento en que solo fuimos uno,
uno más allá del universo, de las palabras,
más fuerte que la misma poesía,
de las lágrimas, del tiempo con amaneceres
opacos, alegres, distintos, el nuevo día.
Me quede casi sin decírtelo en el impase
de una espera llena de recompensas,
de un dolor que se alejaba entre tus besos,
renací mil veces como antaño, como nueva flor
desde tus manos, de ese silencio caprichoso
que otorga el amarnos, el sentirnos
el volver a ser uno
el volver a sentirte mío…
Me quede recogiendo margaritas entre tus labios
para dormirme plácidamente entre tus brazos,
despertando al alba con nuevo canto,
con la semilla que sembraste en mi campo.
Me quede tan solo para verte dibujar el día
en conjunto con mis manos.

La caida

El día asoma canto gris desde el cielo,
las perlas caen en triste soneto,
con su serpentear melancólico
el canto lúgubre del triste destino.
La angustia denota en rostros
demacrados de luchas,
pasiones gastadas, manos ajadas,
nudos que aplastan el símbolo propio.
El gran Roble padece… el silencio,
las aves han huido de su triste destino,
la corregüela que sube desde su seno,
cual amada fiel abraza su sino.
Las manos golpean con ruda impotencia
llantos arcanos de espíritus que duelen,
frente, el gran monstruo con gigante sierra
amenaza la vida y nos condena.
El bosque tiembla esperando
el Roble desafiante, frente a los hombres,
la vida no sigue curso, se detiene un segundo,
el grito del indio, que clama en silencio,
piedad a los dioses, perdón a la tierra,
derrumban la vida, mi vida y la de otros.
Nos roban el bosque
la vida y los cachorros
…que será de la tierra
que será de mi hambre
quien nutrirá de sombras
frente al calor agobiante
quien volverá a la vida
todo este paisaje
quien recuperara el aire
cuando el ultimo roble muera.
Las manos del Indio aprietan la tierra
como el grito de una madre
que ha perdido a su hijo
robado de su vientre
con el aullido del viento
se esparce cual cobarde
el temor en humanos
que sienten que ya es tarde
para elevar la plegaria
que nos salve y los salve.