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miércoles, 27 de julio de 2011

Fue su mejor regalo de reyes

Canto a dos voces
Malui y Ainathin Whayra

Y es que, los vampiros salen en sus noches buscando focos de gesto altivo, allí, abajo, maúllan gatos callejeros llenos de indiferencia pues saben que no les alcanzan en vuelo.
Pasaba sus noches sin pena ni gloria y aunque intentaba volar no podía, el reflejo del espejo viviente le devolvía a su soledad del invierno pretérito, insistente en querer atravesarlo… obstinación absoluta en aquélla noche.

Percibió un leve roce en su cuello, nunca supo de donde había llegado, ¿o sí?... Comenzó a observar esos amaneceres que matan con su luz y azotan en suspiros hasta la plenitud del alba. Con caminar raudo y sol abrasador se refugiaba en sombras de las que antes huía con pavor y es que estaba adquiriendo esas fantasmales costumbres de cuartos abandonados, de almas solitarias, de angustias desangradas, de no saber…

Cambiados sus rituales, se abandonaba en las paredes de cristal, desde allí sí, podía elevarse traspasando fronteras, navegando profundos mares, mares de mares, mares de océanos, mares de junglas, obviando que ahora sólo buscaba la obscuridad para dar vida a su novedoso escenario.

Se paseaba por cruces roídas de tiempos, se sonreía el paisaje que antes le pareció tétrico ahora era un jardín nuevo donde jugar, donde danzar en compañía de fantasmales espíritus, la noche era su reino, su viaje al sur, al norte donde le llevaran los sueños, los sueños de aquel nuevo vuelo, reía joven como nunca creyó estar la brisa nocturna le abrigaba el cuerpo, acaso soñaba esa verdad incierta de noches de arrullo cuando en novelas de terror se asustaba.
Le acomodaba el paso casi imperceptible de sus pies descalzos, pero ya no sentía el frío, la aurora le asustaba como anteriormente la noche, es que el sol le habría heridas por doquier, ya le había advertido que la mañana era su enemigo y corrió buscando jazmines secos, corto rozas de ese rosedal seco, donde yacía el espíritu de algún ruiseñor cantando para gestar la única rosa de un verso de un poeta enamorado, el cuervo nocturno parecía acompañarle en su juego y persiguió murciélagos con su red de mariposas, hasta ver que la luz empezaba el nuevo día y corrió a refugiarse agitada por el aparecer del nuevo día, el sueño la abrumaba el cansancio, plegó sus alas y soñó que volaba entre amaneceres nuevos por sobre las aguas.

Recordó el viaje después de su juego en aquella noche de reyes, infinidad de peones en juego, no quería… no quería; había chocado frontalmente con el rey que de un revés le hizo plegar las alas, cayó cerca del caballo que lamió sus heridas y le insufló su aliento, así aniquiló su esperanza de volver al suelo, se refugió en un cuarto de la luna donde mecerse y es que no quedaban islas para naufragar trasladándose definitivamente al mundo de cristal, donde se dejaría morir, porque resbaladizo y desconocido iba succionando su sangre.

Era la nueva noche que la despertaba con el aullido de algún lobo hambriento que viajaba entre las tumbas, sigilosa salió olvidado el recuerdo para abrir sus alas y vivir su momento, a lo lejos el tumulto las voces la gente, sintió en hambre corroer sus entrañas y vivió la noche de maldiciones nacidas y saboreo el sabor amargo del despertar en otra vida, voló como nunca buscando alimento que saciara la sed de la noche y sus tormentos.

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