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lunes, 21 de noviembre de 2011

Presagio

De pronto, el pánico entró a la madriguera
tomé el cachorro más cercano
corrí despavorida sintiendo
el fuego ya quemaba mis pasos.
Había llamas por doquier
el aire me faltaba
el calor, el calor…miedo.
Me estremecí, el puma por primera vez
pasó por mi lado sin verme,
sentí el olor que despide el terror,
el mismo que invadía mi mente.
Lamenté el paso del caracol,
ellos no podrían huir.
Tantos que quedaban apresados.
Corrí hacia el monte y desde allí
observé mientras lamía mis heridas
ya no podría volver por otra de mis crías.
Allí les vi, dos crías del hombre riendo,
les maldije y desee su muerte,
la misma que habían tenido mis cachorros
deseé que el puma les atrapara
porque ya no quedaban fuerzas para correr.
Deseé que el hombre no existiera,
deseé que mis crías vivieran,
pero sabía que no era cierto.
La bestia humana no caza por hambre,
no mata por mantener viva su estirpe,
mata por matar,
destruye por destruir…
Entonces me reí, mis alaridos
se esparcieron en forma tétrica,
descubrí que él también se estaba destruyendo.
Al fin se acercaba su exterminio.
caminé por entre cenizas,
una esperanza nacía,
¡Mis cachorros!...
¡Mis cachorros!,
ya no busqué más.
Avancé sin mirar tras mis pasos
un rayo de esperanzas
llenó mi alma,
el humano, también sucumbiría
víctima de su propio daño.

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