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martes, 28 de mayo de 2019

Complice


El silencio de la voz es la impavidez de mi grito tempestuoso
se me hace que la invalides es la demora de mi paso riguroso,
se me hace que el tiempo solo es una metáfora de la vida,
en que juega el estupor la avaricia y la envidia.
Entre estos laureles aun se manejan arlequines,
el prodigio de una fe que me embadurna en mentiras
en un sueño inexistente para la inocencia
la mano del villano que corrompe al nacer la conciencia.
Las bestias se comen los arboles para edificar el concreto,
se dice que el culpable tiene símbolos escritos en papeles verdes
más yo sé, que también soy culpable de este crimen en secreto
de iniquidad, me acuso de inoperancia cuando no vele por mantenerte en pie
sé, que de noche errabunda el grito tormentoso de un ángel que nadie ve.
Cristo que se crucifica cada año para satisfacer una inexistencia de ser
todo se vende entre el estupor de unos pocos y la pasividad de miles
en mis letras viaja un grito iracundo que muere en los brazos de mi musa
en sangramiento impotente, tinta, verso que imprime la pluma.
Corazón marchito en la quietud de una rama quebrada
dolor de tantas guerras que solo dañan la quietud de un beso nacido del alma.



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